Divertimento, de Julio Cortázar
Por Nicolás Villarino
Al leer las primeras páginas de Divertimento, la primera sensación fue entrar en esa atmósfera cortazariana tan singular: un grupo de amigos, con roles prefijados, que se junta, casi como cualquier argentino, sin motivo y sin razón, a divagar y polemizar sobre distintos temas (literatura, poesía, artes plásticas, música, política, sociedad). La escena del Vive como Puedas, nombre del célebre grupo, se compone de Renato (un pintor de aparente buen dominio de la técnica y el arte, aunque un tanto cerrado sobre sí mismo); luego están los Vigil: Raúl, un poeta excéntrico que recita con una espontaneidad notable, sin las barreras impuestas por los ceremoniales y el tiempo, y Marta, un tanto neurótica y avasallante, que lleva un registro casi compulsivo de los poemas de Raúl. Por otra parte, Susana, es una de las más sensatas y calmas. Finalmente está Insecto, el protagonista y en cierta forma, el punto medio entre los más cuerdos y los delirantes del grupo.
En una escena de alto tinte cortazariano, al inicio de la novela, Marta le pide a Insecto que contemple a través de un agujero rectangular hecho en un toldo, un paisaje agronómico. Allí entraba el sol de las cuatro de la tarde, mezclado con pedazos de figuras y de nubes. Para Marta, aquel todo confluía en un cuadro. Para Insecto, “no era en absoluto un Poussin, más bien un Rosseau, pero la óptica de la tarde, el calor, algo en ese trozo de exterior calando por el todo, le daba un relieve del que no podía uno escaparse. Inclinándome en el ángulo que me exigía Marta vi la razón de su maravilla. En un campo a tres cuadras, al borde mismo de la facultad de agronomía, un montón de vacas pastaba a pleno sol, blancas y negras con infalible simetría. Tenían algo de mosaico y cuadro vivo, un ballet idiota de figuras lentísimas y obstinadas; la distancia impedía apreciar sus movimientos, pero fijándose con atención se veía cambiar poco a poco la forma del conjunto, la constelación vacuna.” Se vislumbra de manera incipiente aquí la noción de figura, que tanto parece cautivar al autor, compuesta por elementos y relaciones que conforman un cierto algo que parece funcionar solo de una manera. Se trata de un delicado azar, que pareciera ir de a puntas de pie, dejando pequeñas estelas a un costado, pero causando las más profundas consecuencias. Es una cuestión que parece insistir en varios tramos de la obra del autor, y en Divertimento quizás se está ante una de las primeras manifestaciones.
A medida que avanza la novela, surgen otros personajes, tales como Laura y Moña: las Dinar, el tío Roberto, entre otros, pero ninguno que gravite tanto en el Vive como Puedas como parece ser el enigmático Narciso, quien advirtió las potencialidades de Marta como médium, es decir como psíquica, en el grupo.
Se verá a lo largo de las páginas que la escena que va conformándose como la más nítida, sustancial, es la que toma a Narciso como el eje donde todas las relaciones gravitan. Un eje que irá absorbiendo a cada uno de los personajes de cierta forma, siendo en el Insecto una de las más singulares.
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