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Los Diarios de Emilio Renzi. El camino de un escritor.


 Los Diarios de Emilio Renzi

El camino de un escritor. Por Nicolás Villarino




¿En qué consiste ser escritor?

¿Es una actividad o es una sensación?

¿Es algo constante, o es algo que se tiene y se puede perder?

¿Es algo con lo que se nace o se tiene desde pequeño, o se desarrolla poco a poco?

¿Por qué se escribe un diario? ¿De qué recursos se vale el escritor para poder decir?

Con Los Diarios de Emilio Renzi, Ricardo Piglia reúne, entre la realidad y la ficción, la escritura de toda una vida. Son alrededor de 327 cuadernos que conforman la materia prima para tres tomos donde se puede ver y pensar, a través de notas, de entradas, fragmentos, ideas y divagues la vida de un escritor: los inicios, las influencias, los gustos, las experiencias, los gestos, pero también los miedos e inseguridades. En las primeras páginas Renzi dice: “Por supuesto, no hay nada más ridículo que la pretensión de registrar la propia vida. Uno se convierte automáticamente en un clown”. Pero a la vez destaca que en aquel acto de registrar en un diario, hay un convencimiento: si no hubiera empezado a escribir los diarios, jamás habría escrito otra cosa. Por eso, Renzi destaca que “hablar de mi es hablar de ese diario”. Por otra parte, hay episodios que relata en los diarios pero que ha olvidado por completo. Es decir que existen en el diario pero no en los recuerdos de Renzi. Pero no todo fue tan fácil. Al principio, Renzi comenta como luchaba contra el vacío: en su vida de joven, nada sucedía, y él estaba en la búsqueda de grandes aventuras (hasta el punto tal de robárselas a otros). Pero al mismo tiempo, él sentía que escribía muy bien esa época, lo sentía a través de una convicción absoluta: un estilo, el cual “no es otra cosa que la convicción absoluta de tener un estilo”. Un punto de anclaje desde el cual comenzar.

Al inicio del del primer tomo, Los años de formación, con el título de “Umbral”, Renzi comienza diciendo: “desde chico repito lo que no entiendo”. Menciona que nos divierte lo que no conocemos y nos gusta lo que no sabemos para qué sirve. Luego, recurre a una imagen por demás interesante: cuenta que de pequeño, a una edad muy temprana, a eso de los tres años, le intrigaba la figura de su abuelo Emilio leyendo, “sentado en el sillón de cuero, ausente en un círculo de luz, (con) los ojos fijos en un misterioso objeto rectangular”. Permanecía inmovil, indiferente y callado, nos dice Renzi. El pequeño Renzi no comprendía bien qué sucedía, e intentando procesar toda esa percepción, asimilarla de alguna manera, esa misma tarde, trepó a una silla y tomó de una estantería de la biblioteca de la casa un libro azul. Lo interesante es que horas después, estaba en el umbral de la puerta de su casa, con el libro en las manos. Quizás, en un gesto imitativo, de identificación pura hacia la figura de su abuelo. Comenta Renzi que por las tardes, en Adrogué, se veía pasar a las personas que salían de las formaciones de tren que provenían de la Capital, y fue allí cuando una larga sombra se inclinó y le dijo que tenía el libro al revés. “Pienso que debe haber sido Borges”, dice Renzi. Porque... ¿A quién sino a Borges se le puede ocurrir hacerle esa advertencia a un chico de tres años?. 


Renzi se pregunta: ¿cómo se convierte alguien en escritor, o es convertido en escritor? Menciona que no es una vocación, o algo que se le ocurre de repente a alguien. Tampoco se trata de una decisión que alguien toma. Se trata más bien de una manía, de un hábito, una adicción. Si uno deja de hacerlo, se siente peor, pero a la vez, tener que hacerlo es algo ridículo dirá Renzi, convirtiéndose al final en un modo de vivir, como cualquier otro.


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