Tener algo para decir
Tener algo que decir
Si tengo algo, insiste. Si tengo, algo insiste
Insistir, una forma de la presencia
que excede
Allí esta la persistencia.
En los Diarios de Emilio Renzi, Ricardo Piglia escribe: "el valor de la lectura no depende del libro en sí mismo, sino de las emociones asociadas al acto de leer. Y muchas veces atribuyo a esos libros lo que corresponde a la pasión de entonces (que ya he olvidado): había ido a despedir a la terminal de omnibus a una compañera, novia en aquel tiempo, y al costado del andén consiguió en un puesto un ejemplar de In Our Time . Volvió a casa con el libro, se tiró en el sillón y empezó a leerlo y siguió hasta que terminó casi a oscuras."
Esa primera lectura, señala Renzi, es inolvidable, irrepetible, y es única. La cualidad epifánica, dice Luis Gusmán en "La literatura amotinada", no depende del contenido del libro sino de la emoción que ha quedado fijada en el recuerdo. Esto es interesante ya que se trata de la literatura como una caja de resonancia, que retumba y hace eco, con los deseos y emociones del lector.
Esa sería la única condición indispensable para que el libro persista, y quede en el recuerdo: el impacto en la trama de cada lector singular.
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