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Los Diarios de Emilio Renzi. El camino de un escritor. Parte II


Los Diarios de Emilio Renzi

El camino de un escritor.

Por Nicolás Villarino


Parte II

Fotografía de Daniel Mordzinski

Continúa de https://persistencias-literarias.blogspot.com/2021/08/los-diarios-de-emilio-renzi-el-camino.html


A esta altura pueden surgir ciertas cuestiones para pensar. Primero, ¿por qué Piglia hace escribir a Renzi? Más allá del nombre completo de Piglia, Ricardo Emilio Piglia Renzi, que nos dice que Piglia es Renzi efectivamente, se podría pensar que estamos ante un cierto desdoblamiento, del primero en el segundo. De esta manera, Piglia gana una perspectiva, un artificio, cierto hacer, para poder describir mejor aquellos sucesos bajo la forma de otro, evitando los reparos y posibles remordimientos de la conciencia.


A Renzi, al igual que Piglia, lo piensan. ¿Quién? No interesa aquí, el hecho es que siempre se está en una dialéctica entre uno y el otro: el que vive por un lado y el que (d)escribe eso que se vive. Se puede pensar siempre en la forma de uno o el otro, de Piglia o de Renzi.



En cuanto al material de los diarios, a grosso modo se puede destacar que para Renzi la experiencia es una “multiplicación microscópica de pequeños acontecimientos que se repiten y se expanden, sin conexión, dispersos, en fuga”. En los diarios se menciona: "Comprendió que su vida se dividía en secuencias lineales, en series abiertas que se remontaban al pasado: una serie de incidentes mínimos, como estar solo en un cuarto de hotel, ver su cara en una cabina fotográfica, tomar un taxi, besar a una mujer, levantar la vista de una página y mirar por la ventana. ¿Cuántas veces? Esos gestos formaban una red fluida, dibujaban un recorrido -y dibujó en una servilleta un mapa con círculos y cruces-, así sería el trayecto de mi vida, digamos, dijo.” Renzi quiere interpretar la insistencia de los temas, de los lugares, de las situaciones. Aprovecha la metáfora musical:

“como un pianista que improvisa sobre un frágil standard, variaciones, cambios de ritmo, armonías de una música olvidada”.

Para Renzi, la vida se podría narrar siguiendo secuencias: por ejemplo, las películas que vio, o lo que hizo al salir del cine. Todo estaba registrado obsesivamente, y al decir de él: de manera incomprensible e idiota. Abundan las descripciones fechadas. Los archivos quedan así constituidos, las mujeres con las que había vivido o pasado una sola noche (o semanas), las clases que dictó, las llamadas telefónicas de larga distancia, notaciones, signos, hábitos, vicios, sus propias palabras. Destaca que no se trata de vida interior, "sólo hechos, acciones, lugares, circunstancias que repetidas creaban la ilusión de una vida. Una acción -un gesto- que insiste y reaparece y dice más", más que todo lo que él pueda decir de si mismo.


Para Luis Gusmán, estos diarios empiezan literalmente en el “umbral”. Allí, un niño, el mismo Renzi, hace el gesto de leer. Para Gusmán, “leer es el primer alarde de la infancia de lo que más tarde será un verdadero acto de independencia”. Está leyendo un libro que nunca sabremos el nombre, queda en el anonimato, y este ya forma parte del misterio del diario, según Gusmán. Por otra parte, con el libro al revés, es desde allí donde se configura la escena desde donde Renzi dispondrá su manera de leer: “al revés no quiere decir equivocado sino dar vuelta las cosas, ponerla patas arribas. Como corresponde”.


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